lunes, 26 de agosto de 2013

Buzón


Es normal caminar y desandar
las avenidas anchas y templadas.
Pisar, como a palomas muertas, fechas
que nos relatan quiénes hemos sido y
cuántos poemas no te ha merecido
tatuar la tinta azul de la costumbre,
cuántas veces no me los has pedido;
quizá por coherencia a nuestros años de buen amor
o por miedo a la sal que crece en el desprecio.

No sé escribirte porque no sabes hacer daño,
porque comes el viento de los días.

Porque sostenernos
es ya un vicio adquirido
como abrir una puerta
o atender el teléfono
y las fotografías nos devuelven
los rectángulos de un puzzle a veces
olvidado como un abrigo en el cine.
Porque el frío es mirar por una cerradura
para ver hasta dónde somos otros.

Hemos adivinado cuánto pesan
los silencios detrás de los diálogos,
la crónica calcada de los viernes,
la herida repetida de los gestos
y aun así sabemos sacudirnos
el hambre ciega cuando dices al–principio…
y palpar la rutina como un árbol
donde las llagas se cierran
y las respuestas nacen huérfanas
y crecen sin preguntas.

Llegados a este punto mi esqueleto
ya no asombra tu abrazo,
todo aquello que te debo es ya un nudo
de nombres que el buzón amarra
y los poemas son ahora un sueño
que te vence en mitad de las películas,
una factura de la luz sin tus ojos,
un amor que ya no sé escribirte.

Iván Onia Valero, de Galería de Mundo y Olvido (Ediciones en Huida 2013)

domingo, 25 de agosto de 2013

Telas graciosas de colores alegres (fragmento)

Escribo para vosotros, testarudos, calamitosos seres
que deambuláis en este laberinto agrietado de nuestro siglo.
Os mando estas cartas porque creo en el fenómeno poético,
lenguaje enloquecido y apesadumbrado que se derrite de calor
ante un malasio que agoniza entre el plomo y la rabia.
Escribo porque amo atrozmente lo que aún no ha sido todavía,
como lo amáis vosotros, gente, que vais por las ciudades
recordando y deseando, con un periódico arrugado
y un corazón que se hincha como un aullido en un barranco.

Escribo esta carta mientras oigo los ruidos de la cocinas
y veo pasar el tiempo como un megaterio por la dulce ventana .
Escribo porque no soy un degenerado, porque estoy muy en deuda
con dos viejos que languidecen en la edad al borde de su nieta,
con una persona pequeña vestida con telas graciosas,
con seres que me dieron o me dan, con gentes que pasan,
con años que transcurren camino de los siglos,
con un sueño de amistad popular que cruza solitario
como un viejo vehículo del mar por el mar de la historia.


Félix Grande

domingo, 18 de agosto de 2013

Dies Irae. Poemas en los huesos CLV

Cada año se escuchan más claras y doradas las trompetas,
¿nadie más las escucha?
Casi hecho de cenizas el corazón,
que alguien se haga cargo de mi destino.


15 de agosto 2013

miércoles, 7 de agosto de 2013

Mediodía. Verano


Hay niños que caminan sobre los
esqueletos de las últimas olas
y llevan los pies sucios del recuerdo
que todavía no los ha alcanzado.

Yo he bajado despacio hasta esta piel
dorada donde al agua no le llegan
los dientes y hundo la lanza trazando
el redondo artificio de la sombra
o abro el pájaro muerto de los libros
o cito al mediodía en mi muñeca
como quien busca todas las preguntas
que flotan en un vaso de cerveza:

¿Cuántos misterios le caben al mar?
¿Cuánto horizonte soy desde otra orilla?
¿Cuánta verdad se esconde tras las puertas
cerradas de los bares?

Mientras cae la tarde, las preguntas
están ardiendo dentro del poema
y el sol se agarra a los cuerpos con una
saliva de oro. Sin embargo, cuando
creemos alcanzar las respuestas
sólo hallamos las huellas de un fantasma
y las hogueras que cierran las sombrillas
y las mentiras que abren los bares.

Iván Onia Valero de Galería de Mundo y Olvido. (Ediciones en Huida 2013)