martes, 27 de septiembre de 2011

El desanimador














Ofendo, como ofenden los cipreses. Soy
el desanimador. Yo soy el que contagia
con sus besos un vómito de silencios oscuros,
una sangría de sombras. Ofendo, ofendo, amada.

He ofendido a mi madre y a mi padre con esta
tristeza que ellos nunca buscaron, ni esperaban,
ni merecían. Y voy a ofender a mi siglo
con el frío y el nunca y el no de mis palabras.

Se ofenden ante mí las risas, como deben
ofenderse los pájaros enfrente de una jaula.
Ofendo como un rostro de náufrago en el lago.
Ofendo como un coágulo de sangre en una página.

Ofendo como ese camino que conduce
al cementerio. Como la cera ofendo, amada.
Como la cera, madre. Desanimo y ofendo,
madre, como las flores que mienten en las lápidas.

Félix Grande

lunes, 26 de septiembre de 2011

Encuentro urbano con un amor de juventud













Esta señora me cuenta una historia
que desconozco, amontona sílabas
y las empuja como a vacas tristes
para decirme la vida estupenda
que ha transcurrido sin mí desde entonces.

Esos labios abiertos y aburridos
-hijos funcionarios, marido enfermo-
ya no son aquellos otros de sangre
que llamaran a la puerta de los
míos en los días del primer verano
que creímos en la inmortalidad.

Cuando al fin logro pronunciar
el trozo cruz y mármol del adiós,
la observo alejándonos un rato,
redondeando la calle su silueta
desgastada,
y me sonrío moviendo
la cabeza hasta que un gran autobús
pasa de largo ante mí, devolviéndome
la figura de un viejo que me mira
-casi desvencijado, poca cosa-
desde unos ojos que me pertenecen.

Iván Onia Valero 2006

sábado, 24 de septiembre de 2011

Despabílate amor


Bonjour buon giorno guten morgen,
despabílate amor y toma nota,
sólo en el tercer mundo
mueren cuarenta mil niños por día,
en el plácido cielo despejado
flotan los bombarderos y los buitres,
cuatro millones tienen sida
la codicia depila la amazonia.

Buenos días good morning despabílate,
en los ordenadores de la abuela ONU
no caben más cadáveres de Ruanda
los fundamentalistas degüellan a
extranjeros,
predica el papa contra los condones,
Havelange estrangula a Maradona
bonjour monsieur le maire
forza Italia buon giorno
guten morgen ernst junger
opus dei buenos días
good morning Hiroshima,
despabílate amor
que el horror amanece.














Mario Benedetti

viernes, 23 de septiembre de 2011

Poética














Una escribe
sin querer hacer daño.
Negra lanza
o vientre.
Pero sin querer hacer daño.

Carmen Ramos
Cuadro: Judit y Holofernes. Caravaggio, 1599

lunes, 19 de septiembre de 2011

Mientras

Tarda la palabra,

tarda.

Ha dejado de doler
la espera.

Su voz, guardada
como semilla en el surco.

Mientras,
el otoño;

para que pasen cosas
y se queden.













Mamen Alegre (poema escogido de su blog Poesía al Sol)

jueves, 15 de septiembre de 2011

Trabajo con palabras














Trabajo con palabras
porque son un presagio o un destino,
pero aclaremos,
nunca lo hago al modo del joyero,
-por ejemplo-
que engarza piezas y suda y pierde la vista
para vender disculpas de hojalata
al marido cuya mujer espera
con el corazón en oro vivo.
Tampoco me gusta amasarlas
como el panadero soba su pan amarillo,
tan solo en la madrugada,
para no comerlo al siguiente día.
Por supuesto que no las dirijo
como el policía azul sus calles,
ni las clasifico sentado en la oficina,
ni las agiganto ni las hago minúsculas.

Yo, sencillamente las bajo del árbol,
las coloco sobre la mesa y las miro,
y las miro
y de tanto mirarlas ni se pudren.


Iván Onia Valero 2005

sábado, 10 de septiembre de 2011

El viaje definitivo















Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostáljico.

Y yo me iré, y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido.
y se quedarán los pájaros cantando.

Juan Ramón Jiménez

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Dar vueltas en la cama es perderse en el mundo















A veces los insomnios se comportan
como trenes pacíficos.
No viajan a la duda, no recorren
las estaciones del dolor, no insisten
en la daga obsesiva de la culpa,
no muerden el paisaje de lo que se ha perdido.

Para llamar al sueño
el optimismo escucha caracolas.
Un murmullo de almohada envuelve razones
del amor a la vida.

Ese primer paseo en alguna ciudad
que tiembla todavía en manos del viajero.
La luz del aire limpio después de haber querido
un pacto sin demonios
con la serenidad de los recuerdos.
Una puesta de sol en la Bahía
cuando el cielo se pierde como las aves rojas
que vuelan con sigilo a la oscuridad.
El desnudo paciente que nos cierra los ojos
para vivir por dentro una camisa.
El desnudo impaciente que nos abre las sábanas
y llega a convencernos de que a pesar de todo
es noble la mirada de este mundo imperfecto.
Una conversación donde ella me cuenta
las cosas de su día
antes de que yo cuente las horas de su noche.
La amistad, esa luna que rueda por el tiempo
y que brilla redonda hasta la madrugada.
El whisky inolvidable de los libros
y las conversaciones.
El viejo mar cansado que hace preguntas grises
y espera las respuestas azules que le damos
a cualquier inocente.

Los sueños que respiran junto a mi
sin pegarme codazos cuando se dan la vuelta.
Los sueños que hoy aprenden a dormir en mi cama
mientras sigo despierto.
Aquel rincón sin prisas en el río Genil
con un atardecer a precios populares
que llenó mi reloj de otoños y alamedas.
El agua lujuriosa de la ropa empapada,
el frío que persigue los pezones.
La ley de los borrachos,
las leyes del humor y la gravedad.
El nombre de mis hijos.
La humedad de la fruta y el orden alfabético.
El muchacho que vio la nieve pensativa
en la ventana de un poema.
El tigre que ha pasado por el puente de Brooklyn
para que se refleje su piel en los cristales
tardíos en Manhattan.
La rosa en duermevela del insomnio pacífico.
La loba con su amor innumerable
confundido en mi cuerpo.


Luis García Montero
Óleo: Romina Hoffman

domingo, 4 de septiembre de 2011

Para que me sobrevivan mis libros


















Para que me sobrevivan mis libros,
al caudal de muerte e incertidumbre,
necesito un buen hijo que los ame
y sienta también la necesidad
extrema de que a él le sobrevivan,
a su caudal de muerte e incertidumbre.
Le enseñaré, como conmigo no hicieron,
a no doblar las esquinas cuando
le venza el sueño y tenga que acudir
a los asideros de la memoria
en plena noche.
Le instaré, como a mí nunca me instaron,
a subrayar con el inocuo lápiz
las palabras que habrán de acompañarle
siempre, por si algún día en su camino
le urgieran y no supiera encontrarlas.
Le amarraré el corazón a las letras
y contaremos las templadas sílabas
con una sencillez dominical,
al tiempo que veré amarillearse
en unas manos jóvenes los años
que tuve el silencio y la juventud
intactos.

Pero si no es así, si mi hijo no ama
o si sólo existe en las terribles sombras,
para que me sobrevivan mis libros
sólo pido el respeto de una estancia
fresca, firmes anaqueles y una mano
que los rescate cada primavera
del exilio de bancos y miradas.


Iván Onia Valero
Óleo: Santa Ana enseñando a leer a la Virgen. Juan Carreño de Miranda, 1676.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Apología y petición

Y que decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico de hombre,
la absolución final de nuestra historia?

De todas las historias de la Historia
sin duda las más triste es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.

Nuestra famosa inmemorial pobreza,
cuyo origen se pierde en las historias
que deciden que es culpa del gobierno
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.

A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.

Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
debe y puede salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar la historia
antes que se la lleven los demonios.

Porque quiero creer que no hay demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia,
son hombres quienes han vendido al hombre,
los que han convertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.

Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.















Jaime Gil de Biedma